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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 8

Autor | Autores: 
Luis Van de Velde - Movimiento Ecuménico de CEBs en Mejicanos. Iniciativa ecuménica "Sentir con el Pueblo"

43      Jesús anuncia el Reino de Dios

Monseñor Romero comparte en su segunda carta pastoral lo que debe ser la denuncia del pecado que destruye el Reino de Dios:  “Si lo que Jesús anuncia es el Reino de Dios, pecado es para Jesús todo aquello que impida, imposibilite o destruya el Reino de Dios. Por ello, con la valentía de un hombre libre, denuncia el falseamiento que se ha hecho de Dios, manipulándolo en tradiciones humanas que destruyen la verdadera voluntad de Dios (Mc.7,,8-13), denuncia el falseamiento del templo, que siendo casa de Dios, lo han convertido en guarida de ladrones (Mc. 11,15-17), denuncia una religión sin obras de justicia, como en la conocida parábola del buen Samaritano (Lc.10, 29-37) Denuncia también la actitud de todos aquellos que han hecho del poder, no un medio de servicio a los desvalidos y sin poder, sino una manera de mantenerles en la opresión. Por ello acusa a los ricos de no compartir su riqueza (Lc.6, 24); a los sacerdotes, de poner cargas intolerables (Lc. 11,46); a los sabios, que se han llevado la llave de la ciencia, y dejan sin cultura a los demás (Lc. 11,52); a los gobernantes, que buscan su propio provecho y no el servicio a su pueblo (Mt. 20, 25)”. (2da. Carta pastoral 06.08.77)

44.      Compromiso cristiano

Monseñor Romero vuelve a aclararnos que el compromiso cristiano fundamental es “construir una patria mejor que refleje en nuestra historia de la tierra el Reino definitivo del cielo”.  Y porque si no lo entendemos añade que si no trabajamos por esta construcción del Reino en El Salvador “traicionaremos nuestra misma fe y nuestra misma patria”.

Cada cristiano debe asumir en serio el compromiso social, económico, político, cultural de aporta de manera muy concreta a la construcción del Reino de Dios en nuestra historia patria, hoy y aquí.   Y si entendemos Reino de Dios como: justicia, libertad, verdad, fraternidad, solidaridad, vida, misericordia, está bien claro hacia dónde nos lleva el compromiso cristiano.  La razón de nuestro ser cristiano está en ese compromiso.  La cuaresma puede ser un buen tiempo de “chequeo espiritual” para descubrir en qué medida realmente estamos asumiendo ese compromiso y donde estamos fallando.

45.  La Biblia es la historia de Dios en la boca del pueblo

La historia de salvación se realiza en la historia profana. Monseñor Romero nos dice que la biblia es la historia del pueblo hebreo “trenzada con la historia de salvación”.  Y luego lo aplica también a nuestras realidades de hoy diciendo:  “la historia de todo pueblo es el marco concreto en que Dios quiere salvar ese pueblo.”

En entornos religiosos es una tentación hacer lecturas que separan la historia de salvación (expresada en un lenguaje bíblico, simbólico, poético, reflexivo) y de la historia concreta (política, social, económica, cultural,..).  La última es la condenada, la pecaminosa y se invita a vivir en la gracia de la primera.   La misma Biblia es la lectura que el pueblo (muchas comunidades y personas de fe, de muchas generaciones) hace de su historia concreta como historia de salvación y de perdición, es el juicio de Dios sobre la realidad, es visibilizar la presencia de Dios y del Reino de Dios en la historia.

A pesar del pecado (estructural, colectivo, personal,..) en la historia de nuestro pueblo, las comunidades de fe tenemos la responsabilidad de visibilizar el Reino de Dios, de cuidar esa semilla pequeña que Dios mismo siembra constantemente.  En todos los espacios donde las y los pobres tienen oportunidades para vivir y vivir mejor, ahí está creciendo el Reino.  Los programas sociales al servicio de los sectores más pobres son de esos espacios.  Da lástima que hay gente pobre que – recibiendo esos beneficios de los programas sociales – no abre los ojos, no ve ahí signos del Reino y a la hora de las elecciones vota por partidos que consideran los programas como “populismo, desperdicio de fondos del estado”.  Las comunidades de fe tenemos la responsabilidad de ayudar más a interpretar, a comprender los signos del tiempo, los signos del Reino.

46.  Continuando la obra de Jesús

Monseñor Romero recuerda que Cristo llama a todos a la conversión.  Hace referencia a la situación de injusticia social (económica, política) que es tanto responsabilidad de los ricos y poderosos (ya que son los constructores y defensores del orden injusto para sus propios beneficios y lujos), como de los pobres. “También aquellos pobres que no se quieren promover, que viven en la pereza, que no tratan de rehacer sus vidas y vivir como hijos de Dios, también están colaborando a la situación de injusticia social”. 

Vivir en la pereza.  Una de las  consecuencias negativas y paralizantes de las remesas que los dos millones de salvadoreños envían a sus familiares aquí, es exactamente la pereza: así logran sobrevivir, logran consumir (y hasta lo más superficial y barata) sin tener que hacer esfuerzos, sin tener que sudar, sin riesgos, sin responsabilidad histórica por su propia vida. 

Si las y los de “abajo” en la sociedad se mueven, se mueven también los de arriba y cambia la estructura de la sociedad.   Es evidente que los medios de comunicación y desinformación, que los discursos políticos de los partidos (en una partidocracia) sirven para paralizar al pueblo, para sembrar cizaña y división, para cegar y ensordecer.  Las iglesias tenemos la misión de continuar la obra de Jesús de abrir los ojos y oídos, de levantar a los paralizados, de curar a los enfermos. 

47.  La unidad de la historia profana y la historia de salvación

Nuevamente una cita que resalta como la historia de salvación se realiza en la historia profana (“con sus próceres, con su política, con sus propias lacras, con sus propias cosas buenas, con sus preocupaciones”).  Es en esta historia que Dios quiere “encontrarse con los salvadoreños y salvarnos”.   No se trata del más allá, no se trata de los espacios y tiempos religiosos.  En primer lugar se trata del encuentro entre Dios y su pueblo en la realidad histórica. 

Luego Monseñor utiliza una expresión que se ha mal interpretado durante siglos: “La iglesia, como Reino de Dios en esta tierra”.  Creo que es un concepto muy peligroso que no responde al mensaje de Jesús.  La Iglesia concreta e histórica (todas las iglesias) no es el Reino, no es dueña del Reino, sino es llamada y tiene la misión de indicar donde el Reino está naciendo y creciendo, de promover condiciones para que esa iniciativa de Dios pueda desarrollarse y concretarse.

En las Iglesias conocemos (hoy mejor que antes) una gran cantidad de abusos, fallas y quizás sobre todo enormes omisiones frente a los valores y la realidad del Reino de Dios: que el pobre viva!!!!.   Las iglesias, sus pastores debemos asumir con humildad esa misión de transformarnos cada vez más en instrumento del Reino y en signo del Reino.   Menos mal que Dios cuenta con muchos otros instrumentos (no eclesiales, no cristianos) para construir su Reino. Sin embargo es una de nuestras mayores misiones. 

48.  La fe y la esperanza salvará al mundo

Monseñor hace referencia a lo que debe hacer distintos a los verdaderos católicos (creo que podemos ampliarlo a “los verdaderos cristianos/as”).  Ser seguidores/as de Jesús debe marcar la diferencia, no en cuestiones de culto o de legalismos o de estructura eclesial, sino en la realidad de la vida diaria.

Monseñor nos invita a denunciar la prepotencia del dinero y del poder, a denunciar la absolutización de la sabiduría humana (la ciencia y la tecnología: todo lo que se puede hacer), para dar énfasis en “sembrar la fe y la esperanza en cada corazón”, en cada pueblo.   Por supuesto que el reto no es la alabanza o la aceptación de Cristo en uno u otro rito religioso, sino el reto está en vivir la fe y la esperanza de Jesús, asumir la vida hoy como lo hizo Jesús en su tiempo. 

Una de las tentaciones de las y los encargados/as de las iglesias y de comunidades de fe, es preocuparse tanto por los espacios y tiempos religiosos simbólicos (los sacramentos, los cultos, las adoraciones, las alabanzas, las procesiones, las bajadas,..), descuidando lo fundamental que es “que el pobre viva”, “que haya vida en abundancia para todos y todas”.  Las iglesias debemos dedicar mucho más esfuerzo y energía en los espacios políticos, económicos, sociales, culturales, porque ahí se hace concreto “la fe y la esperanza que salvará al pueblo”.  

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